febrero 26, 2012

Transitando a una era moderna, postmoderna y postmodernista; con sus bemoles, malestar y crisis.

Por: Alfonso López Mora

Partiendo de la memoria que traza  la humanidad por generaciones,  en su historia y su capacidad de transformarse y transformar su realidad ante lo cambiante que es; esta claro que, por muy vulnerable que parezcan sus estratos sociales; siempre se connotan cambios sustantivos en la vida económica de cada nación y por ende sus organizaciones tanto industriales, gubernamentales, educativas y de la sociedad misma; las cuales experimentan cambios como por ejemplo,  innovaciones tecnológicas, reestructuraciones, reducción de plantillas etc,  hasta llegar al cierre como ultimo recurso, por ser ya inoperantes en una economía global que nos rige y nos arrastra a un mundo que solo unos cuantos han idealizado como la mejor opción; medidas drásticas sin analizar los contextos en que se de dan estos cambios; es en este punto donde surge la diferencia entre las naciones y clases sociales en vías de desarrollo; al marcar la pauta en la forma de operar estos cambios con liderazgo, con conciencia social, buscando transformaciones reales pensadas en la sociedad en su conjunto y no en beneficio para unos cuantos.

La diferencia abismal entre países se agudiza, cuando los mínimos esfuerzos se concretizan a una libre implementación del cambio,  y las razones u objetivos del plan inicial  pierden  su esencia, pasando a segundo termino la objetividad del cambio, de ahí que la sociedad cuestione entonces, ¿para que se planeo un cambio?, cual es su origen, su contexto, sus fines o lo relevante de alcanzarlo, generando una clara dependencia con los que si están avanzando.

En muchos casos las instituciones educativas que pueden ser el parteaguas de un cambio bien sustentado en las naciones,  juegan un papel un tanto modernista o postmodernista, aunque la distancia con el mundo real cada vez se acentué mas, tiene como consecuencia  la falta de coherencia en su contexto, y el papel de los docentes termina siendo carente de sentido y rumbo, y en determinado momento no conceptualizan ni como lo experimentan, perdidos en su legitimidad  como estrategas de cambio y por ende como institución misma.

Ante estos cambios globales llega la modernidad a nuestras instituciones educativas, que se presume civilizadora y dignificadora; creyendo que es posible transformar la naturaleza, y lograr el progreso social mediante el desarrollo sistemático del conocimiento científico y tecnológico; y aunque promete eficiencia, prosperidad y productividad centralizada, contraviene a la educación tradicional que se imparte; porque no esta preparada para soportar en sus sistemas pedagógicos, evaluaciones estandarizadas, pruebas a los profesores, horario escolares diferentes; aunado a  los modelos de enseñanza impuestos desde el banco mundial, que forza a endeudar mas a las naciones, dejando de lado la motivación  entre los profesores que trabajan de forma mas intuitiva y emocional, y por cultura carentes de actitud y compromiso.

En nuestro tiempo las estructuras sociales y educativas no se mueven como fueron planeadas o idealizadas, y por tanto no inciden cambios de fondo, solo los conceptualizan de forma, y aunque se defina como postmodernista o dentro del postmodernismo, definidos por sus estilos, practicas, formas culturales y sus relaciones sociales, finalmente son producto de ciertas condiciones de tendencia o de consecuencias ajenas a su contexto, de ahí que el cambio genera malestar y recae en crisis. Las denominaciones que este mundo globalizado de a estos cambios, se acentúan más en función de preferencias personales, de semántica o  arraigados en sus conceptos y tradiciones.   De ahí de la importancia de definir claramente las implicaciones de fomentar practicas incluyentes, proactivas y autocriticas para conceptualizar un verdadero cambio.

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